EL
MUNDO
5 diciembre
2017
Dietas milagro sin base científica
Cristina G. Lucio / Luis Nuñez Villaveirán
Si hay un terreno abonado para las pseudociencias,
ese es, sin duda, el de la nutrición; un campo en el que, cada vez más, lo que
se ofrece no son alimentos, sino promesas: cuidar tus defensas, proteger tu
corazón, desintoxicar tu organismo... En muchos casos, estas afirmaciones no
tienen una base real y se quedan en falacias revestidas de falso rigor que, sin
embargo, han conseguido calar en la sociedad.
"La estrategia del asterisco ha hecho mucho daño", señala José
Manuel López Nicolás, profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la
Universidad de Murcia y autor del blog de divulgación Scientia.
Se refiere así a la promoción de productos que alegan a bombo y platillo unas
supuestas cualidades saludables para, después, en la letra pequeña que nadie
lee, reconocer que la afirmación tiene truco.
Él lo denomina "marketing pseudocientífico"
y puede apreciarse en algunos de los llamados alimentos funcionales, como los
conocidos lácteos fermentados que prometen favorecer el sistema inmunitario
gracias a una determinada cepa bacteriana y "luego detallan que la clave
está en la vitamina B6 que le añaden al producto". Otro ejemplo son los
complejos que aseguran ser positivos para la memoria. Cuando los miras un poco
más a fondo, asegura, "ves que lo único que sirve es el fósforo. Y para
tomar fósforo no hace falta un producto especial, porque una sardina es más que
suficiente."
Con su disfraz de bata blanca, los superalimentos, las dietas milagro y
los productos con cualidades casi mágicas se han hecho un hueco en una
sociedad, que, en general, no tiene una gran formación científica -pero sí un
gran respeto por los investigadores-, no conoce las estrategias de la industria
y está desprotegida por una legislación débil y la desactualización
en materia nutricional de muchos profesionales sanitarios.
Para el ciudadano de a pie no es fácil, en definitiva, distinguir si los
mensajes relacionados con la alimentación que recibe están respaldados por la
evidencia científica o carecen de veracidad. Y esta confusión es el caldo de
cultivo perfecto para que florezcan las pseudociencias.
Para Deborah García Bello, licenciada en Química y divulgadora científica
Dimetilsulfuro, una de las muestras más sangrantes de
esta realidad es la propagación, de un tiempo a esta parte, de la moda de lo
"sin". "Los productos sin lactosa o sin gluten en un principio
suplían unas necesidades alimenticias de los intolerantes a la lactosa y los
celíacos, pero mágicamente se han convertido en productos de consumo
general", explica. El consumidor ha interpretado que el gluten y la
lactosa no son buenos para su salud, cuando no es así.
Lo mismo ha pasado con la promoción de productos etiquetados como
"naturales", apunta Miguel A. Lurueña,
especialista en Tecnología de los Alimentos y responsable del blog Gominolas de petróleo. "Está de moda, así que muchas
empresas tratan de producir alimentos con ese sello porque la gente tiende a
pensar que los compuestos de origen natural son inocuos y los sintéticos,
perjudiciales, pese a que esto no tiene ningún fundamento. Las propiedades de
una sustancia no dependen de su origen, sino de su composición y su estructura
química", expone.
En realidad, muchas veces este etiquetado sólo responde a una estrategia
de marketing, ya que los aditivos no se eliminan, sino que se camuflan para
que, en lugar de los temidos códigos E, aparezca un nombre más convencional.
Así, en la etiqueta de muchos productos puede verse ahora una referencia a
'ácido ascórbico' que antes se identificaba como E300, apunta Lurueña. "Otra táctica es la de incluir esas
sustancias de otro modo", explica. "Por ejemplo, en lugar de añadir
ácido propiónico para conservar el pan de molde, se añaden microorganismos que
producen ese compuesto, que es lo que finalmente aparecerá en la
etiqueta", añade.
Otra tendencia sin ningún fundamento y muy extendida actualmente es la de
los zumos, sopas y bebidas detox. "No hay
ninguna evidencia científica que respalde ese afán por la desintoxicación del
cuerpo. A no ser que hayamos consumido algún veneno o alguna droga, nuestro
cuerpo no está intoxicado. Y si lo estuviese, ningún batido depurador iba a
desintoxicarnos. Habría que ir urgentemente al hospital, y no a prepararnos un smoothie de color verde", señala Deborah García Bello.
Las dietas detox, continúa, son "más bien
un remedio contra la culpabilidad de los excesos del alcohol y las comidas
insanas. No sirven para nada".
"Lo que necesitamos para cuidar nuestra salud es comer comida, no
productos", comenta Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y autor del blog
Mi dieta cojea, resumiendo una idea que han subrayado todos los especialistas
consultados. "Más productos frescos y menos ultraprocesados.
Menos harinas refinadas, azúcares, grasas de mala calidad, sal. Más verduras,
pescado, fruta... Esa es la clave, no un producto que promete soluciones
milagrosas", insiste.
El problema, tal y como señala Lurueña, es que
a veces "es mucho más fácil aceptar una mentira simple y reconfortante que
una verdad incómoda y compleja, especialmente si estamos desesperados".